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miércoles, 12 de agosto de 2015

RECUERDOS DE LA RADIO DE AYER


Por Luis Flores Olave


Que las radioemisoras en todo el mundo han evolucionado, es una realidad que nadie puede negar. Ha mejorado en sonido, es posible llegar a todas partes con señal en internet que cada día resulta más fácil de implementar y los alcances no dejan de sorprendernos.

El aumento desmesurado de las estaciones en frecuencia modulada por comuna, eso sí, según mi criterio atentan contra la calidad, aumenta la competencia económica haciendo, muchas veces, insustentable su existencia y en lo profesional es el camino corto a la improvisación.

En mi idea, existen dos tipos de radios, las que trabajan con la vieja escuela, de locución cuidada, buena voz, conversaciones coherentes, dialogo ameno y cordial y las que siguen las normas de un tipo de radio más suelta, liviana, llena de modismos, permitiendo los términos soeces, diálogos de doble sentido y muchos locutores gritones. Para ambas hay público y pueden coexistir perfectamente.

Sin embargo, frente a la modernidad mencionada y el mejoramiento, en todos los sentidos, especialmente de los aspectos técnicos, creo que se ha perdido la creatividad. Esta faceta es amiga inseparable de las comunicaciones, no solo radiales, sino de todo tipo.

Respecto a lo anterior quiero mencionar dos instancias dignas de ser consideradas y que si alguna estación las realizara en la actualidad, no resultarían muy novedosas; pero, que implementadas en los años sesenta o setenta fueron toda una novedad y que fue la transmisión de show en vivo desde algún escenario y aunque a la primera no me llevaron y tuve que conformarme con escucharla por la radio, tuve el relato en primera persona de un artista que a pesar de su corta edad causó sensación entre los asistentes.

Corría 1965 y mi hermano José Francisco Flores Olave, tenía recién un poco más de seis años y mi padre, de nombre Luis Ernesto como yo, pariente directo de los integrantes del famoso trio melódico de los años 50 “Los Hermanos Arriagada” había dedicado largas horas a enseñar a su segundo hijo varón el arte de la música, específicamente la guitarra y canto, ya que con el primogénito había fallado. A mi padre le apasionaba la música y la lectura.