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domingo, 2 de noviembre de 2008

Los cambios sociales de 1968 y cuarenta años después.

Hay quienes piensan que 1968 -ese año emblemático en que cambiaron tantas cosas- solo empezó tres meses después del primero de enero, cuando fue asesinado en Memphis, el 4 de abril, Martin Luther King, el religioso que encabezó las multitudinarias manifestaciones pacíficas a favor de los derechos de los negros.

Otros dicen que empezó el 5 de enero, cuando Alexander Dubcek fue elegido secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia e inició así el proceso que habría de llevar a una efímera etapa de liberalización y finalmente a la invasión de tropas y soldados del Pacto de Varsovia.

Algunos más afirman que el asesinato de King fue un episodio terrible, pero que no puede citarse de manera aislada, pues forma parte de la semana crítica que empezó el 31 de marzo, “una de las peores en la historia de Estados Unidos”, según el analista de Newsweek Evan Thomas.

Esa semana, que abarca la muerte de King, se inició con la sorprendente negativa del presidente Lyndon B. Johnson a buscar la reelección y la fatal decisión de Robert F. Kennedy de postularse para la Presidencia.

No falta, finalmente, quienes sostienen que el verdadero 1968 fue el que se desarrolló en las calles de París durante el mes de mayo, entre grafitos, pedreas, cargas policiales y barricadas.

No solo en Francia: también se arrevolveraron los estudiantes de otras latitudes. Los de México aprovecharon los preámbulos de los Juegos Olímpicos, a los que estaban citados más de 6.000 atletas de 112 países entre el 12 y el 17 de octubre, para protestar contra el autoritarismo del Gobierno. Y este respondió a la altura de su fama, con una represión violenta. A las 6 y 20 de la tarde del 2 de octubre, soldados con uniforme y sin él llegaron a la Plaza de las Tres Culturas, en la capital mexicana, y llevaron a cabo una jornada punitiva que terminó con 34 muertos.

En agosto de 1968, llegó al aeropuerto de Bogotá el Papa Paulo VI. Era la primera vez que un Papa viajaba a América. En noviembre de ese año se realizó la II Conferencia Episcopal Latinoamericana. Un párrafo clave del documento que aprobó la asamblea de los obispos: “Si ‘el desarrollo es el nuevo nombre de la paz’, el subdesarrollo latinoamericano es una injusta situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz”.

Un día viernes 20 de Diciembre de 1968, siendo las 10:30 horas, en el Teatro Municipal de Cañete, un pueblo de la provincia de Arauco, se da inicio al acto con que 40 alumnos del Sexto Humanidades (Cuarto Medio) del llamado Liceo de Hombres Pedro de Valdivia recibimos el Diploma de Licenciados de Educación Secundaria, iniciando cada uno de nosotros por caminos distintos, una nueva etapa importante en nuestras vidas.

Poco importa cuándo empezó realmente 1968. Lo cierto es que en ese año, del que se cumplen 40 ahora, el mundo occidental experimentó tal cantidad de sacudones que puede señalarse como un punto de inflexión de la historia contemporánea. Después de 1968 ni Estados Unidos siguió siendo la potencia estable e invencible que emergió de la II Guerra Mundial, ni Francia volvió a ser la de la posguerra, ni la Iglesia Católica conservó la solidez de sus cimientos, ni el férreo bloque de la Cortina de Hierro permaneció inquebrantable, ni fueron iguales los estudiantes, la música, las costumbres…

Aquellos jóvenes, varones y damas, egresados del Liceo de Cañete, que durante 40 años perdimos el contactos de muchos, por estos días empezamos a reunirnos por intermedio de la Internet, para dimensionar con una nueva mirada, la importante época vivida y utilizar los medios tecnológicos que hoy contamos para reencontrarnos como en aquellos tiempos y darnos cuenta que tal como ayer, hoy estamos viviendo otra importante época de cambios de nuestra sociedad.

2 comentarios:

Hugo dijo...

Humberto
Muy buenas tus reflexiones de aquella época que tuvimos las fortuna de compartir.

Desafortunadamente, el aislamiento y la precariedad del sistema de comunicaciones de entonces, nos robaron un acceder oportuno a la revolución que ocurría en el mundo.

Sin duda, esas generaciones de las que fuimos parte, fuimos privilegiadas de iniciar nuestros proyectos de vida con esos avatares, que derivaron en las oportunidades que cada uno visualizó a su manera y nos llevaron al estadio personal actual.

Hoy cada cual no es ni mejor ni peor que el otro, apenas diferentes como siempre, pero también iguales como siempre. Compartimos raíces, afectos y añoranzas que nos unirán para toda la vida.

Yo fuí atrapado emocionalmente para siempre por Cañete. Eso me ha llevado a ir regularmente a esas tierras y acentuar con ello las añoranzas. Allí viví quizás los mejores días de mi vida y claro, la vieja trampa de la nostalgia, me ha hecho siempre recordar y sentir a flor de piel "las ganadas" de esa época y opacar "las perdidas", que también hubieron: tardes de tediosa lluvia, aburrimiento, aislamiento, etc. Pero, que rico es que así sea -recordar sólo los buenos momentos, las alegrías, los afectos, las lealtades, los amigos conseguidos- nuestro instinto de supervivencia es el que finalmente nos hace actuar así.

Ojo, fueron tus reflexiones las que me tiraron la lengua.
Un abrazo

Hugo

H. Mendoza dijo...

Hugo:
Gracias por tu aporte.Cómo me gustaría que fueran muchos más los que realizaen comentarios.
Para el próximo domingo te prometo la transcripción de una crónica de la cual fuistes uno de los líderes por allá por el año 1966.
Saludos.
Humberto